Acorralada en los rincones más recónditos y oscuros de mi mente.
Mis labios, saben, que nunca volverán a encontrar los tuyos.
La distancia es inminente.
Tapo mi cara con la sábana de algodón celeste.
Inhalo por última vez tu esencia.
Acaricio tu calor.
Me siento en la cama, mientras deslizo el camisón de seda blanco sobre mis hombros.
Abro la ventana y dejo entrar al sol naciente.
Sus rayos naranjas me incitan a salir por mi balcón a bañarme con su calidez.
Prendo un cigarrillo y mientras dibujo anillos con el humo, entiendo todo.
Te fuiste, y a pesar de extrañar tu presencia, fui feliz.
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