sábado, 23 de febrero de 2013

- Meine Hertz -



Ya no queda nada de ayer,
porque el viento se lo llevó,
Ya no queda una piedra en pie,
porque el viento lo derribó.
“Dulce introducción al caos – Extremoduro”

Y una vez más, deseando que el corazón entrara en razones. ¿Cuándo será el día que, por una vez, la razón reine por sobre los sentimientos?
Cuando y cuanto más racionales precisamos ser, más difícil se nos hace.
¿Por qué es tan difícil tomar la decisión de cortar por lo sano, por hace lo que nos hace bien y no dejar que lo que nos hace sufrir nos perturbe?

Es muy pero muy difícil dejar ir a alguien con el que, por una vez en mucho tiempo, sentimos que estaba bien proyectar a futuro.

Me pasó de haber creído encontrar a ese alguien, el cual sentía que me iba a tomar de la mano cuando  de vieja me costara bajar los escalones o cruzar la calle, o el que iba a llorar de felicidad al momento de ver, por primera vez, al  fruto de mi vientre.
Con el que me iría a dormir todas las noches, para despertarme y ver la mismísima felicidad personificada al verlo despertarse a mi lado.

¡Qué fácil es proyectar cosas cuando uno ama a alguien y qué difícil es borrar (o necesitar borrar de manera abrupta) todo aquel castillo de cristal!

No soy de las personas a las cuales le es fácil encariñarse con la gente, mil veces lo dije y vuelvo a repetirlo, NO ME ES FÁCIL QUERER A NADIE pero, con él eso no me pasó.
Ya en las primeras charlas, cuando aún éramos nada, me di cuenta que había una razón para haberme cruzado con él y que no fue mero capricho del destino. Él estaba para quedarse aunque, en ese momento, aún no supiera en función de que.

La segunda vez que salimos lo supe, algo me decía que quería estar con él.
Por un problema mecánico, tuvimos que sentarnos a charlar en su departamento y en un momento, estábamos hablando de la altura de un amigo mío (yo le dije que me llegaba al ombligo) me hizo parar en frente suyo, a escasos centímetros y lo sentí.
Sentí como mi (tonto) corazón latía fuerte, sentía mariposas en el estómago y lo único en lo que podía pensar es “Besame, por favor. BESAME” pero no paso.

Desde el principio de esta NO-HISTORIA supe que iba a haber un antes y un después de él.
Me costó nada confiar ciegamente y contarle mi secreto mejor guardado.
Por primera vez en mi vida no pretendí. No quería venderle una mujer que no era y me aceptó.
Con mi carácter especial, mis cambios de humor, mi poco gusto en la ropa, el hecho de que puteo como marinero y eructo como camionero.  Me aceptó, tal y como era, con mis defectos y mis escasas virtudes.

Mucho tiempo transcurrió desde esas mariposas hasta el día de hoy. Muchas risas, muchos llantos. Millones de mensajes de texto, horas de charlas y sin dormir y jamás me importo. Besos, noches enteras tirados hablando o simplemente en silencio, haciéndonos compañía.
Muchas cosas en el medio y un amor que se gestó en mí.

Empecé a amarlo, casi sin darme cuenta (o no queriendo hacerlo). Me vi pensando en el en cada segundo de mi día. Me encontré soñando con él y, en los días de lluvia, deseando que estuviera al lado mío, cuidándome de los truenos (odio los truenos, me dan miedo), creciendo juntos, viviendo juntos.

Hace una semana, el día de hoy, le escribo para que nos veamos. Había, por fin, juntado las fuerzas necesarias para tomarlo de la cara y decirle, mirándolo a los ojos “Te amo. Sos lo que siempre busqué. Te quiero a mi lado”.
Lo que no sabía era que me iba a atragantar.

El fantasma de su primer amor iba a volver a darle esperanzas. Esas esperanzas que el nunca perdió por sentir un vínculo más fuerte que el concreto y ahí perecí yo.
Todo lo que había hilvanado en mi mente, las expectativas que había puesto se desvanecieron al hablar con él.

“Sos una mina que vale oro”, “Me siento emocional y mentalmente arraigado a ella”, “tengo miedo de estar perdiéndome a alguien genial” “NO QUIERO PERDERTE NI QUE TE VAYAS DE MI VIDA”

¿Qué hacer ante eso? Se sentían como puñaladas, una atrás de la otra. Le fui franca… No sabía que iba a pasar. Yo lo amaba, de hecho, lo AMO todavía. Nunca lo vi como un amigo ni él a mí.

Un “Te amo” atragantado, mi vida desmoronándome ante mis ojos. Yo la mujer perfecta y aún así, no siéndolo del todo porque soy yo y no otra.

Me duele el alma. No puedo ni quiero dormir porque, cada vez que cierro los ojos, lo veo a él. Con esa sonrisa divina, sus ojos color café y su profunda voz diciéndome “Te quiero”.
Nunca pensé que iba a llorar tanto, jamás lo hice tampoco porque siempre fui desarraigada hasta que apareció.

Ahora siento que lo molesto, con mis mensajes, mis preguntas y todas esas cosas que no pude decirle y me duele. Me desespero porque siento que con cada segundo que pasa lo pierdo un poco más.
Pero  ¿Cómo voy a perder algo que jamás tuve?

Quisiera tener las fuerzas para decirle que me hace mal verlo, que me hace mal sentir que lo necesito. Quisiera poder decirle “No va más” pero no es así, no es lo que siento.
Como dije antes, siempre supe que él iba (y es) especial para mí. No puedo arrancarlo de mi vida y Dios sabe que trato. Trato de cubrir todo pero me conoce.
A la única persona que me gustaría poder mentirle sobre como estoy es la única persona que se da cuenta con tan solo mirarme a los ojos.

Me siento morir lento. No quiero hacer nada. Siento que de repente, desapareció mi razón de vivir.
Pero sigo estando para él, y creo que siempre voy a estar, por más de que haya dicho que no podría.

Si estás leyendo, Meine Liebe, prométeme ser feliz.

domingo, 17 de febrero de 2013

- El duelo -




Es verdad que no estoy pasando mi mejor momento en cuanto a materia emocional respecta y eso, muchas veces, me lleva a sumirme en una profunda recapitulación de hechos y no hechos que, a su vez, me llevan a pensar.
¿Por qué será que el dolor que más nos cuesta sobrellevar es el de una pérdida?
Hay millares de libros sobre este tema, sobre todo de auto ayuda, pero ninguno de ellos explica (o por lo menos por los que leí yo) porque es necesario el dolor tras una pérdida.
¿Será que el “hueco” que deja una persona JAMÁS podrá ser llenado por otra? ¿Es necesario sufrir para poder levantarse de nuevo?
Incluso, me he encontrado con libros que hablan sobre el duelo y sus etapas, las cuales encuentro fascinante pero, no concuerdo con la idea de que se pasa de a una por vez, sino que pasamos por todos juntos, unos con más pronunciación que otros.
Estas etapas son:

1.       Negación.
“No me puede estar pasando esto a mi”.
De hecho si, puede pasarte, cualquier cosa puede pasarte. Muy dentro de nuestro ser sabemos que somos propensos a caer en cosas ni bien nos proponemos adentrarnos.
Por ejemplo, es completamente al pedo tratar de pelear por alguien que tiene el corazón ocupado por alguien más pero, sin embargo, lo hacemos. Entonces ¿Para qué preguntarnos “¿Por qué me está pasando esto a mi?” si a sabiendas de los hechos, nos inmiscuimos igual?
Tomando ese ejemplo en particular: ¿Será que somos masoquistas o simplemente nos creemos mejores que el otro?

La negación me dura poco, por lo menos a mí, al toque me doy cuenta que me metí en algo turbio por mera curiosidad.

2.       Ira.
¿Por qué a mí, la puta madre?
Porque SI, porque nos metimos en terreno escabroso y porque el que juega con fuego es propenso a quemarse.
La ira es provocada por la falta de cautela, si bien somos seres racionales, nuestro sentido común es el menos común de los sentidos, ergo, no lo usamos a conciencia.

Me enojo, mucho me enojo, pero conmigo misma, gracias a Dios nunca le eche la culpa a otra persona, todo lo que me pasa es culpa mía y solo mía.
No puedo controlar a las personas, ni cómo piensan, actúan o sienten. Una vez afianzado ese concepto, la ira se dirige solo hacia mí.

3.       Negociación.
“Por favor, quereme de nuevo. Prometo cambiar esta vez”
ERRADO. Lamentablemente, los seres humanos son incapaces de cambios emocionales o actitudinales. Podemos, si, “bajar un cambio” pero nuestra naturaleza vino arraigada a nuestro ser. Si cambiamos, no seríamos nosotros mismos ni una versión mejorada de nosotros, nos convertiríamos en otra persona que usa nuestro cuerpo cual si fuera un traje.

No sirvo para negociar. Nunca pude. Yo lloro de dolor y sufro mis penas como si fueran las únicas y mas angustiosas del mundo. ¿Cómo negociar el cariño de alguien si no es mío? ¿Acaso una persona te va a amar solo por el hecho de que vos se lo pidas? PUES NO.
El cariño como la confianza se ganan con acciones, no palabras.

4.       Depresión.
¿Qué sentido tiene? ¿Para qué seguir?
Durante esta etapa es donde el individuo empieza a entender la “seguridad” de lo que está ocurriendo. Algo esta pasando AHORA y es un HECHO.
Esta etapa es la que hace que te desconectes de todo sentimiento. No hay palabra de aliento que te levante el ánimo o aliviane la congoja.

Y ahí estoy yo. Cuando caigo. Lloro hasta que no puedo respirar, me duele la cabeza y siento como mi corazón va subiendo por mi garganta y siento cesar su latido.
Nada de lo que digan puede sacarme la angustia del pecho. Nadie puede sacarme el nudo en el estómago u obligarme a comer o hacer desaparecer el dolor del cuerpo. Mi etapa es la depresión.
Me deprimo por ser tonta, una vez más, porque me siento chiquitita, ínfima, sin valor alguno.
Me hundo hasta lo mas profundo y, una vez que llego, intento trepar nuevamente a la superficie.
Esta es mi etapa.

5.       Aceptación.
“Esto es lo que tenía que pasar, no hay solución y no hay porque luchar contra la realidad. Hay que aceptarla para enfrentarla”
Es esta etapa donde miramos hacia arriba y vemos que entra luz por el agujero profundo donde estamos.

Aún no veo mi luz, es muy reciente y el dolor sigue a flor de piel.
Es difícil acepta que la persona que te mantenía en pie ya no está. Aquella que te hacía sonreír con solo una mirada o te provocaba mariposas en el estómago con un simple y, casi imperceptible, “Te quiero” al oído.

¿Cómo hacer para que el dolor se vaya siendo que vemos a esa persona a diario? ¿Cómo hacer para aceptar que todo cambió, de manera abrupta, para peor?
¿Cómo hacer para que el sentimiento de insignificancia desaparezca? ¿Cómo hacer para dejar de esperar un abrazo que no va a venir, un beso que se va a morir antes de nacer, un te quiero que ya no se siente?

viernes, 15 de febrero de 2013

- ¿Quién dijo que todo esta perdido? -



“yo vengo a ofrecer mi corazón,
como un documento inalterable
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo, y me darás algo,
algo que me alivie un poco más”.

En un mundo que esta plagado de fariseos, aún hay gente que decide optar por la sinceridad en vez de esconderse tras una máscara hipócrita.
Gente que siente con fervor y que, ante todo, ofrece su corazón.
Porque como dice la canción:

No será tan fácil, ya sé qué pasa,
no será tan simple como pensaba,
como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada del amor.

 No es fácil querer a alguien y mucho menos, saber irse a tiempo, antes de que el cuchillo entre en el pecho y no solo te arranque el alma, sino que también se lleve nuestro corazón.

No sé porque, pero hoy me levanté cantando la canción de Mercedes Sosa “Vengo a ofrecer mi corazón”, es como que mi subconsciente me dijo: “No tenés porque sentirte mal, Perica. Tu corazón no se equivoca”. Y lo necesitaba, hacía tiempo que le estaba dando vuelta a esa idea.

Soy de las que cree que si las cosas se hacen con el corazón, no están mal, no vienen desde un lugar choto y no hay necesidad de justificar actos (siempre y cuando no sean vandálicos) sabiendo que lo que uno hizo fue, con buenas intenciones.

Es el mismo corazón, también, quien nos da los primeros indicios de que alguien no es para nosotros, pero como somos seres racionales (en su gran mayoría) tendemos a ignorarlo cuando más atención deberíamos de darle, porque él sabe. Él sabe que va a terminar herido, él lo sabe mas temprano de lo que nosotros podríamos imaginar. Y sin embargo, seguimos ofreciéndolo una y otra y otra vez… porque sana. Tarda, pero lo hace. El dolor es temporal y siempre hay que quedarse con lo siguiente:

No importa si le ofreciste tu corazón a gente buena, a gente mala, gente que se quedó con un pedazo de él o se tatuó en él, gente que lo rompió, gente que ayudó a emparcharlo, etc. Lo importante es aprender de cada una de estas experiencias, porque ellas te enseñarán para que en un futuro, lo escuches en vez de hacer oídos sordos.

Yo hoy, elijo guardarlo por un rato, hay que emparchar y dejarlo sanar y…¿Quién sabe? Quizás la próxima persona a quien se lo ofrezca decida cuidarlo tanto o más que yo.


jueves, 14 de febrero de 2013

- Monólogo -



[…]
-          Todavía la tenes arraigada en tu cabeza, en tu cuerpo, en tu corazón. Nada cambia que vos estés, de la misma forma, tatuado en el mío.
Hace rato que no fantaseo con utopías, capaz la edad me hizo un tanto escéptica, y este mundo de entelequia esta empezando a dañarme.
No es fácil la transición que estoy a punto de emprender pero quería que fueras el primero en saberlo.
Juré quedarme, garanticé mi permanencia pero hoy, debo faltar a mi palabra nada más ni nada menos que por mera cobardía.
Me produce pavor el dolor, sentir que me despedazo cada segundo que paso sin verte,  que me resquebrajo cada minuto que no oigo tu voz y no puedo. No puedo seguir así.

-          [Suspiro que intenta interrumpir]

-          No no, esperá…déjame terminar. [Tomó aire]
Intenté, te juro que intente con todas mis fuerzas ponerme el caparazón y fingir.
Aparentar que no me afecta, que nada me afecta.
Procuré actuar de la misma manera de siempre, para que no te des cuenta del cambio ni te sientas incómodo al lado mio pero, inevitablemente, fui yo la que no supo ni pudo, mantener las apariencias.
Lastima saber que todo esto fue un invento,  desalmado, de mi sádica mente, que todo lo que imaginé fue solo eso, delirios.
Que nunca vas a ser mío como yo tuya y es por eso que decidí alejarme. No espero que lo entiendas solo te pido que respetes mi decisión, que me des tiempo a sanar y quizás, solo quizás, en algún momento pueda volver a brindarte mi compañía desde el lugar que corresponde no el que, mentalmente, me adjudiqué.
Creo que aún me queres aunque no sea el tipo de sentimiento que necesito de tu parte en este momento.


[Respiró hondo, secó sus lágrimas y volvió a mirarse en el espejo]

Ya estaba todo ensayado, solo faltaba afrontarlo.
Esperar no atragantarse con sus palabras una vez que lo tuviese en frente y confiar que, por esta vez, no obtendría  solo silencio.

miércoles, 13 de febrero de 2013

- Dadores -




Ya he escrito sobre el chantaje emocional pero, hoy me veo de nuevo, mirando la vida pasar desde una perspectiva similar.
Hoy me veo con el interrogante de ¿Por qué necesitamos a la gente que necesitamos?;

A veces siento que, en gran parte de mi vida, hay  y hubo un escaseo de reciprocidad.
Siempre supe, o al menos sentí, que daba más de lo que recibía. No voy a caer en chabacanería de hacer un “autobombo” porque no es el lugar ni tampoco la intención, pero siempre sentí que, en cualquier relación interpersonal, hay un dador y su contraparte que es receptor, y yo estoy siempre del lado dador.
Y ¿saben qué? CANSA.

Cansa saber que cuando se necesita cambiar de rol, no hay nadie que quiera intercambiar. Y CLARO, COMO NO! el lado receptor es el cómodo, el que sabe, el que tiene la certeza que con un abrir de boca tiene al dador ahí, al pie del cañón, el que tiene la seguridad de que la otra persona "esta", ahí siempre dispuesto a dar una mano, prestar una oreja o brindar un hombro amigo.

Cansa y no solo cansa, DUELE.
Duele saber que somos propensos a la extorsión emocional que acarrea querer a alguien, nos duele a nosotros querer hacernos los fuertes y querer cortar el circulo vicioso y cuesta. Horrores cuesta.
Hasta que al fin y al cabo, caemos.
Abruptamente, sin red de seguridad alguna y nos estrolamos contra el suelo.
Porque necesitamos a ese alguien, casi tanto como nos necesitaron a nosotros en ese tiempo de congoja, donde sentían que el corazón se les iba a escapar por las fauces y fuimos nosotros, queridos dadores, quienes estuvimos ahí, en vigilia para que eso no ocurriera.

¿Y dónde están? Brillan por su ausencia.

Y ¿Saben por qué? porque es mucho más fácil recibir que dar, es más fácil hablar que escuchar, es más fácil sentirse querido que decidirse a querer a alguien.
Lo único que espero es, por una vez en la vida, cambiar de rol. 
Estoy algo cansada de ser yo la que estoy para que, una vez que ayude a sanar heridas ajenas, den vuelta la página y asuman que mi existencia es efímera.