Ya he escrito
sobre el chantaje emocional pero, hoy me veo de nuevo, mirando la vida pasar
desde una perspectiva similar.
Hoy me veo con
el interrogante de ¿Por qué necesitamos a la gente que necesitamos?;
A veces siento
que, en gran parte de mi vida, hay y
hubo un escaseo de reciprocidad.
Siempre supe, o
al menos sentí, que daba más de lo que recibía. No voy a caer en chabacanería
de hacer un “autobombo” porque no es el lugar ni tampoco la intención, pero
siempre sentí que, en cualquier relación interpersonal, hay un dador y su
contraparte que es receptor, y yo estoy siempre del lado dador.
Y ¿saben qué? CANSA.
Cansa saber que
cuando se necesita cambiar de rol, no hay nadie que quiera intercambiar. Y
CLARO, COMO NO! el lado receptor es el cómodo, el que sabe, el que tiene la
certeza que con un abrir de boca tiene al dador ahí, al pie del cañón, el que
tiene la seguridad de que la otra persona "esta", ahí siempre
dispuesto a dar una mano, prestar una oreja o brindar un hombro amigo.
Cansa y no solo
cansa, DUELE.
Duele saber que
somos propensos a la extorsión emocional que acarrea querer a alguien, nos
duele a nosotros querer hacernos los fuertes y querer cortar el circulo vicioso
y cuesta. Horrores cuesta.
Hasta que al fin
y al cabo, caemos.
Abruptamente,
sin red de seguridad alguna y nos estrolamos contra el suelo.
Porque
necesitamos a ese alguien, casi tanto como nos necesitaron a nosotros en ese
tiempo de congoja, donde sentían que el corazón se les iba a escapar por las
fauces y fuimos nosotros, queridos dadores, quienes estuvimos ahí, en vigilia
para que eso no ocurriera.
¿Y dónde están?
Brillan por su ausencia.
Y ¿Saben por
qué? porque es mucho más fácil recibir que dar, es más fácil hablar que
escuchar, es más fácil sentirse querido que decidirse a querer a alguien.
Lo único que
espero es, por una vez en la vida, cambiar de rol.
Estoy algo
cansada de ser yo la que estoy para que, una vez que ayude a sanar heridas
ajenas, den vuelta la página y asuman que mi existencia es efímera.
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