Ya no
queda nada de ayer,
porque el viento se lo llevó,
Ya no queda una piedra en pie,
porque el viento lo derribó.
“Dulce
introducción al caos – Extremoduro”
Y una vez más, deseando que el corazón entrara en razones.
¿Cuándo será el día que, por una vez, la razón reine por sobre los
sentimientos?
Cuando y cuanto más racionales precisamos ser, más
difícil se nos hace.
¿Por qué es tan difícil tomar la decisión de cortar por
lo sano, por hace lo que nos hace bien y no dejar que lo que nos hace sufrir
nos perturbe?
Es muy pero muy difícil dejar ir a alguien con el que,
por una vez en mucho tiempo, sentimos que estaba bien proyectar a futuro.
Me pasó de haber creído encontrar a ese
alguien, el cual sentía que me iba a tomar de la mano cuando de vieja me costara bajar los escalones o
cruzar la calle, o el que iba a llorar de felicidad al momento de ver, por
primera vez, al fruto de mi vientre.
Con el que me iría a dormir todas las noches, para
despertarme y ver la mismísima felicidad personificada al verlo despertarse a
mi lado.
¡Qué fácil es
proyectar cosas cuando uno ama a alguien y qué difícil es borrar (o necesitar
borrar de manera abrupta) todo aquel castillo de cristal!
No soy de las personas a las cuales le es fácil encariñarse
con la gente, mil veces lo dije y vuelvo a repetirlo, NO ME ES FÁCIL QUERER A
NADIE pero, con él eso no me pasó.
Ya en las primeras charlas, cuando aún éramos nada, me di
cuenta que había una razón para haberme cruzado con él y que no fue mero
capricho del destino. Él estaba para quedarse aunque, en ese momento, aún no
supiera en función de que.
La segunda vez que salimos lo supe, algo me decía que
quería estar con él.
Por un problema mecánico, tuvimos que sentarnos a charlar
en su departamento y en un momento, estábamos hablando de la altura de un amigo
mío (yo le dije que me llegaba al ombligo) me hizo parar en frente suyo, a
escasos centímetros y lo sentí.
Sentí como mi (tonto) corazón latía fuerte, sentía
mariposas en el estómago y lo único en lo que podía pensar es “Besame, por
favor. BESAME” pero no paso.
Desde el principio de esta NO-HISTORIA supe que iba a
haber un antes y un después de él.
Me costó nada confiar ciegamente y
contarle mi secreto mejor guardado.
Por primera vez en mi vida no pretendí. No quería
venderle una mujer que no era y me aceptó.
Con mi carácter especial, mis cambios de humor, mi poco
gusto en la ropa, el hecho de que puteo como marinero y eructo como
camionero. Me aceptó, tal y como era,
con mis defectos y mis escasas virtudes.
Mucho tiempo transcurrió desde esas mariposas hasta el
día de hoy. Muchas risas, muchos llantos. Millones de mensajes de texto, horas
de charlas y sin dormir y jamás me importo. Besos, noches enteras tirados
hablando o simplemente en silencio, haciéndonos compañía.
Muchas cosas en el medio y un amor que se gestó en mí.
Empecé a amarlo, casi sin darme cuenta (o no queriendo
hacerlo). Me vi pensando en el en cada segundo de mi día. Me encontré soñando
con él y, en los días de lluvia, deseando que estuviera al lado mío, cuidándome
de los truenos (odio los truenos, me dan miedo), creciendo juntos, viviendo
juntos.
Hace una semana, el día de hoy, le escribo para que nos
veamos. Había, por fin, juntado las fuerzas necesarias para tomarlo de la cara
y decirle, mirándolo a los ojos “Te amo. Sos lo que siempre busqué. Te
quiero a mi lado”.
Lo que no sabía era que me iba a atragantar.
El fantasma de su primer amor iba a volver a darle
esperanzas. Esas esperanzas que el nunca perdió por sentir un vínculo más
fuerte que el concreto y ahí perecí yo.
Todo lo que había hilvanado en mi mente, las expectativas
que había puesto se desvanecieron al hablar con él.
“Sos una mina que vale oro”, “Me siento emocional y
mentalmente arraigado a ella”, “tengo miedo de estar perdiéndome a alguien
genial” “NO QUIERO PERDERTE NI QUE TE VAYAS DE MI VIDA”
¿Qué hacer ante eso? Se sentían como puñaladas, una atrás
de la otra. Le fui franca… No sabía que iba a pasar. Yo lo amaba, de hecho, lo
AMO todavía. Nunca lo vi como un amigo ni él a mí.
Un “Te amo” atragantado, mi vida desmoronándome ante mis
ojos. Yo la mujer perfecta y aún así, no siéndolo del todo porque soy yo y no
otra.
Me duele el alma. No puedo ni quiero dormir porque, cada
vez que cierro los ojos, lo veo a él. Con esa sonrisa divina, sus ojos color
café y su profunda voz diciéndome “Te quiero”.
Nunca pensé que iba a llorar tanto, jamás lo hice tampoco
porque siempre fui desarraigada hasta que apareció.
Ahora siento que lo molesto, con mis mensajes, mis
preguntas y todas esas cosas que no pude decirle y me duele. Me desespero
porque siento que con cada segundo que pasa lo pierdo un poco más.
Pero ¿Cómo voy a perder algo que jamás tuve?
Quisiera tener las fuerzas para decirle que me hace mal
verlo, que me hace mal sentir que lo necesito. Quisiera poder decirle “No va
más” pero no es así, no es lo que siento.
Como dije antes, siempre supe que él iba (y es) especial
para mí. No puedo arrancarlo de mi vida y Dios sabe que trato. Trato de cubrir
todo pero me conoce.
A la única persona que me gustaría poder mentirle sobre
como estoy es la única persona que se da cuenta con tan solo mirarme a los
ojos.
Me siento morir lento. No quiero hacer nada. Siento que
de repente, desapareció mi razón de vivir.
Pero sigo estando para él, y creo que siempre voy a
estar, por más de que haya dicho que no podría.
Si estás leyendo, Meine Liebe, prométeme ser feliz.