Con otros (ante)ojos...

Ayer, por fin, fui a buscar mis lupas anteojos.

Toda contenta la mina, porque iba a ver bien otra vez...

Hasta ahí, todo lindo, todo hermoso, la tipa iba caminando por la calle, feliz y cantando.

Llega a la óptica y la atiende el señor, que se acordaba de mi (¿será porque me probé más de 25 marcos antes de elegir el que me gustaba?)

Imagínense mi sorpresa cuando abrí el estuche, me puse los anteojos y me miré al espejo.
Como pueden ver, los marcos son rojos (ciruela, seguía diciendo el óptico) y una de las razones porque había elegido ese armazón era el color VIOLETA que veía.

No solo estoy medio ciega, sino que padezco de algún tipo de daltonismo, que me hace ver la vida color púrpura.

¡Me cago en mi, me cago! pensé para mis adentros. Te excedes! Te acabas de ganar el Premio Nobel a la pelotudez humana!

Me vuelvo a mirar al espejo y no me quedaban TAN mal.
-Será cuestión de acostumbrarme- después de todo, el ser humano, es un ser costumbrista y adaptable (?)

Pago y me voy.

Cuando, al fin, me encuentro en la vereda, me dí cuenta....me cayó la ficha.
Tenia binoculares. Pasé de 0,75 y 0,50 a 2.5 y 1.25.
La gente se me venía encima, veía todo distorsionado, pero, extrañamente, claro.

Iba caminando, y me iba mirando las manos, como se movían, mis pies, excesivamente grandes (calzo 40, me los veía como si calzara 47)
Estaba en una nube de pedos, un viaje sin fármacos ni haber fumado.
De más esta decirlo, pero lo digo igual, me lloraron los ojos a baldazos hasta que al fin, se acostumbraron.
Y otra cosa no podían hacer, ya que los tengo que usar de forma permanente.

Todo sea porque las letras dejaran de bailar chamamé en la pantalla ¿no?